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el orígen del hombre.

tintivo no impulsase á sacrificar su vida por el bien ajeno, podia, con todo, ser impulsado á realizar semejantes actos por un sentimiento ambicioso de gloria, para excitar, con un ejemplo, el mismo deseo en otros, fortaleciendo así por la práctica la noble necesidad de la admiracion. Con tales actos favoreceria más á la tribu, que dejando en ella una prole numerosa, heredera de su grande y orgulloso carácter.

Un aumento de experiencia y de raciocinio permite al hombre comprender las más remotas consecuencias de sus acciones; y las virtudes personales, como la templanza, la castidad, etc., que eran desconocidas en los primeros períodos, acaban por ser apreciadas, y aun tenidas como sagradas. No necesito repetirlo que sobre este particular he escrito en el capítulo tercero. Lo que constituye en conjunto nuestro sentido moral ó conciencia, es un sentimiento complicado, que nace de los instintos sociales; está principalmente dirigido por la aprobacion de nuestros semejantes; lo reglamenta la razon, el interés, y en tiempos más recientes, los sentimientos religiosos profundos; y lo fortalece la instruccion y el hábito.

Es preciso no olvidar que aunque un grado muy elevado de moralidad no dá á cada individuo y á sus hijos, sino pocas ó nulas ventajas sobre los demás hombres de la misma tribu, todo progreso llevado al nivel medio de la moralidad, y un aumento en el número de los individuos bien dotados bajo este aspecto, procurarian positivamente á esta tribu una ventaja sobre otra cualquiera. No cabe duda alguna de que una tribu que comprenda muchos miembros llenos de un gran espíritu de patriotismo, de fidelidad, de obediencia, de valor y de simpatía, prontos á auxiliarse mútuamente y á sacrificarse por el bien comun, triunfará sobre la gran mayoría de las de-