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carlos r. darwin.

órden, tales como la simpatía y el afecto para con sus semejantes. Considerándolo de esta manera, habria sido ventajoso para el hombre deber su orígen á un sér comparativamente más débil.

La poca fuerza corporal del hombre, su escasa velocidad en la locomocion, su carencia de armas naturales, etc., están compensadas con exceso; primero: por sus fuerzas intelectuales, que le han permitido, aun en su estado salvaje, fabricar armas, herramientas, etc., y, segundo: por sus aptitudes sociales que le han impulsado á ayudar á sus semejantes, y á recibir, en pago, ayuda de ellos. No hay país en el mundo en que más abunden las fieras, que el Africa meridional; ninguna region en que las privaciones de la vida igualen á las de las regiones árticas; y, con todo esto, una de las razas más mezquinas y ruines, la de los Bosjimanes, se mantiene en el Africa del Sud, de la misma manera que los Esquimales subsisten en las regiones polares. Los primeros antecesores del hombre eran sin duda inferiores, por la inteligencia y probablemente por sus disposiciones sociales, á los salvajes más desgraciados que existan actualmente; pero es perfectamente concebible que pueden haber existido y hasta prosperado, si al propio tiempo que perdian por una parte lentamente su fuerza brutal y sus aptitudes salvajes, ganaban, por otra, en inteligencia. Pero aun concediendo que los antecesores del hombre hayan estado más desprovistos de recursos y de medios de defensa que los salvajes modernos, no se habrian hallado expuestos á ningun peligro particular si hubiesen habitado algun continente cálido, ó alguna grande isla, como la Australia, la Nueva Guinea ó Borneo (el orangután habita aun en esta última región). Sobre una superficie tan considerable como la de una de estas islas, la competencia entre las tribus habria