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carlos r. darwin.

quemadura, modificaron, en cierta ocasion, de una manera permanente los huesos de la cara. Se ha dado en algunos jóvenes el caso de que, habiéndose quedado con la cabeza inclinada á un lado ó hacia atrás á consecuencia de alguna enfermedad, tambien cambiara de posicion uno de sus ojos y sufrieran modificaciones los huesos del cráneo, cambios que parecen resultar de una presion ejercida por el cerebro a! seguir una nueva direccion.

Estos y otros hechos nos hacen comprender, hasta cierto punto, cómo han podido adquirirse las grandes dimensiones y la forma más ó ménos redonda del cráneo, constituyendo los caracteres que tan eminentemente distinguen al hombre de los animales inferiores.

Otra diferencia notable consiste en la desnudez de su piel. Las ballenas y delfines (Cetáceos) y el hipopótamo la tienen igualmente; esto puede serles útil en el medio acuático en que están destinados á moverse, sin perjudidicarles por la pérdida de calor, ya que las especies que habitan las regiones frias están protegidas por un espeso forro de grasa, que desempeña el mismo objeto que la piel cubierta de pelo de las focas y de las nútrias. Los elefantes y los rinocerontes están casi desprovistos de pelo, y como ciertas especies extinguidas que en otras épocas vivian en un clima ártico, estaban entonces cubiertas de una lana, pareceria que las especies actuales de los dos géneros han perdido su espeso pelaje bajo la influencia del calor. Esto parece tanto más probable cuanto que los elefantes que, en la India, habitan distritos elevados y frescos son más vellosos que los de los terrenos más bajos. ¿Podemos inferir de este hecho que el hombre haya perdido su revestimiento piloso, á consecuencia de haber habitado primitivamente un país tropical? La circunstancia de conservarse el pelo en el sexo masculino, princi-