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patas al perro; así se observa que los monos andan apoyándose sobre los bordes extremos de la palma de la mano, ó sobre el reverso de sus dedos doblados; como el orangután y el chimpanzé. En cambio son sumamente apropósito para trepar á los árboles. Los monos cogen, como nosotros, ramas delgadas ó cuerdas, entre el pulgar por una parte, y los dedos y la palma por otra, pudiendo llevar á sus labios objetos bastante grandes, como, por ejemplo, una botella. Los babuinos arrancan raíces con sus manos. Cogen, oponiendo el pulgar á los demás dedos, avellanas, insectos y otros objetos pequeños, y sacan así los huevos y los polluelos de los nidos. Los monos americanos magullan las naranjas silvestres golpeándolas sobre una rama, hasta que, hendida la piel, la pueden arrancar con sus dientes. Otros monos abren con los dos pulgares, las conchas de las almejas. Se extraen las espinas que se les clavan en el cuerpo, y se buscan mútuamente sus parásitos. Cuando viven en libertad, rompen los frutos de cáscara fuerte golpeándolos con guijarros. Hacen rodar las piedras ó las arrojan á sus enemigos; sin embargo, ejecutan todos estos actos con mucha torpeza, y ni siquiera son capaces de tirar una piedra con acierto.

Dista mucho de ser verdad, á mi modo de ver, el que si los monos cogen torpemente los objetos, «un órgano de prension ménos detallado les hubiera prestado los mismos servicios que sus manos actuales,» como dice Owen. Por el contrario, no veo ninguna razon para dudar que una mano más perfectamente organizada les hubiera sido ventajosa, á condicion de que no por esto dejase de ser propia para trepar por los árboles. Podemos suponer que una mano perfecta les hubiera convenido ménos para este género de vida, porque los monos que permanecen más en los árboles, como el Atele en América y el