Página:Charles Darwin - Diario del viaje de un naturalista alrededor del mundo - Tomo II.djvu/77

Esta página ha sido corregida
xiv
59
chiloe y concepción.—gran terremoto

a mí, hasta el punto de darnos vergüenza de comer delante de ellos. La noche era clara, y mientras yacíamos en nuestras camas gozamos con la vista (y es un goce supremo) de la multitud de estrellas que iluminaban la obscuridad del bosque.


23 de enero.—Madrugamos a la mañana siguiente y llegamos a la tranquila y bonita ciudad de Castro a eso de las dos de la tarde. El antiguo gobernador había muerto con posterioridad a nuestra última visita, y un chileno ocupaba su puesto. Teníamos una carta de recomendación para D. Pedro, a quien hallamos extremadamente hospitalario y bondadoso, y más desinteresado de lo que se acostumbra en esta parte del continente. Al día siguiente, D. Pedro nos procuró caballos de refresco y se brindó a acompañarnos él mismo. Caminamos en dirección Sur, generalmente siguiendo la costa, y pasamos por varias aldeas, cada una con su gran capilla de madera. En Vilipilli, D. Pedro pidió al comandante que nos buscara un guía para ir a Cucao. El anciano señor se ofreció a salir él en persona, pero en mucho tiempo no pudo persuadirse de que dos ingleses tuviesen verdadero empeño en visitar un sitio tan extraviado como Cucao. De este modo llevamos de compañeros en nuestro viaje a los dos personajes más aristocráticos del país, según se patentizó en el respeto que les demostraban los indios más pobres. En Chonchi empezamos a cruzar la isla siguiendo intrincadas veredas y rodeos, que a veces pasaban por magníficos bosques y a veces por trozos despejados, con abundantes cultivos de trigo y patatas. Este ondulado país boscoso, cultivado a trechos, me traía a la memoria las regiones más selváticas de Inglaterra, y por tanto presentaba a mis ojos un aspecto en extremo fascinador. En Vilinco, situado en las riberas del lago de Cucao, hay muy poco terreno desmontado y todos los habitantes parecen ser indios.