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separa tan fácilmente la roca matriz, pulverizada, del metal. El cieno que se forma en los molinos se recoge en depósitos de agua, donde se posa, y de cuando en cuando se le somete al lavado. Después de esta operación comienzan a efectuarse en los montones del cieno resultante una porción de acciones químicas; obsérvase en la superficie la eflorescencia de diversas sales y la masa se endurece. Después de haber sido abandonado uno o dos años se repiten los lavados en ese cieno de desecho y da oro, y este proceso se repite durante seis o siete veces; pero el oro se hace cada vez más escaso, como es natural, y los intervalos requeridos, como dicen los habitantes, para generar el metal son cada vez más largos. Es indudable que las acciones químicas mencionadas liberan cada vez nuevo oro, como resultado de alguna combinación. Si se descubriera un procedimiento para aislar de éste el oro antes de moler y pulverizar el mineral, el valor de las minas se haría muchas veces mayor de lo que es ahora. Es curioso encontrar cómo las diminutas partículas de oro que estaban dispersas y no corroídas se acumulan al final en alguna cantidad. No hacía mucho tiempo que algunos mineros en paro forzoso obtuvieron permiso para recoger por encima la tierra que hay alrededor de la casa y molino, y de ella sacaron oro por valor de 30 dólares. Es una exacta reproducción de lo que sucede en la Naturaleza. Las montañas se desgastan continuamente, y con ellas las venas metálicas que contienen. Las rocas más duras se reducen a polvo impalpable; los metales ordinarios se oxidan, y ambos desaparecen. Pero el oro, el platino y algunos otros metales son casi indestructibles, y por razón de su peso descienden al fondo y allí quedan. Después de haber pasado montañas enteras por este molino pulverizador de los siglos, y de haber sido lavado el polvo por la mano de la Naturaleza, los residuos resultan metalíferos, y el