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de la isla mauricio a inglaterra

vaje se confunde con el de ver al león en su desierto, al tigre desgarrando su presa en la espesura, o al rinoceronte vagando por las incultas llanuras de Africa.

Entre otros espectáculos notables que hemos contemplado, mencionaremos la Cruz del Sur, la Nube de Magallanes y otras constelaciones del hemisferio meridional; la manga o bomba marina, el glaciar, con su azul corriente de hielo que desciende al mar, quedando suspendida sobre un elevado despeñadero; las islas-lagunas, levantadas por los corales constructores de arrecifes; un volcán en erupción y los asoladores efectos de un violento terremoto. Este último fenómeno encierra tal vez para mí un interés peculiar, por su íntima conexión con la estructura geológica del mundo. Pero no hay nadie que se sustraiga a la terrorífica impresión causada por los temblores de tierra; desde nuestra niñez estamos acostumbrados a considerar la superficie del Globo como el tipo de la solidez; pero en los terremotos se la siente oscilar y hundirse, y al contemplar derribadas en un instante las construcciones levantadas por el hombre con tanto trabajo, sentimos la insignificancia de su decantado poder.

Hase dicho que la afición a cazar es un deporte connatural al hombre, un resto de pasión instintiva. En tal concepto, afirmo también que el placer de vivir al aire libre, teniendo por techo la bóveda del cielo y por mesa la tierra, forma parte del mismo sentimiento; es el retorno salvaje a sus hábitos naturales y bravíos. Siempre recuerdo con placer nuestras excursiones en bote y mis viajes por tierra al través de regiones poco frecuentadas, que me procuraron satisfacciones deliciosísimas, como no alcanzan a producirlas todos los refinamientos de la civilización. Sin duda, todos los viajeros han de guardar en su memoria la gratísima impresión experimentada al respirar por vez primera el ambiente de un clima lejano, donde rara vez, o