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cap.
darwin: viaje del «beagle»

trabajadores. Sin embargo, ahora que se han concedido a la isla amplias libertades, apreciadas, según creo, en todo su valor por los habitantes, parece probable que se hallen menos recursos capaces de sostener y aun aumentar la población. Suponiendo que asi suceda, ¿qué será del minúsculo estado de Santa Elena?

Mi guía era un hombre ya entrado en años, que de muchacho había guardado cabras y conocía todos los vericuetos entre las rocas. Era de raza muy cruzada, y, aunque de piel obscura, no tenía la desagradable expresión del mulato. Distinguíase por su condición obsequiosa y reposada, y tal parece ser el carácter de la mayor parte de las clases inferiores. Sonaba de una manera extraña en mis oídos oír a un hombre casi blanco y decentemente vestido hablar con indiferencia de los tiempos en que había sido un esclavo. Todos los días daba largos paseos acompañado de este guía, que llevaba mis dineros y un cuerno con agua, prevención esta última del todo necesaria, porque la de los valles más bajos es salina.

Los valles agrestes que hay bajo de la región central y más alta, cubierta de vegetación, están enteramente desolados y desiertos. El geólogo halla aquí ancho campo a sus investigaciones en un terreno que revelaba cambios sucesivos y trastornos complicados. En mi opinión, Santa Elena ha existido como isla desde época muy remota, si bien subsisten aún pruebas confusas de la elevación de la tierra. Creo que los picos centrales y más altos forman parte del anillo de un gran cráter, cuya mitad meridional ha sido arrasada enteramente por las olas del mar; hay, además, un muro externo de negras rocas basálticas, como las montañas costeras de Mauricio, las cuales son más antiguas que las corrientes volcánicas centrales. En las partes más altas de la isla abundan, encastradas en el suelo, numerosas conchas, que por largo tiempo se