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cap.
darwin: viaje del «beagle»

ve; al Sur, se desplegaba ante nosotros con perfecta claridad la costa quebrada y el mar, que forma en esta parte muchas e intrincadas bahías. Después de estar algunas horas en la cima, efectuamos el descenso por un camino mejor que el de la subida; pero no llegamos al Beagle hasta las ocho, y con una gran fatiga.


7 de febrero.—El Beagle zarpó de Tasmania, y el 6 del siguiente mes llegó al King George's Sound, situado cerca del ángulo sudoeste de Australia. Estuvimos aquí ocho días, y en todo nuestro viaje no hemos pasado un tiempo más pesado y aburrido. El país, visto desde una altura, parece una planicie arbolada, en la que aquí y allá surgen colinas de granito opulentas y en parte desnudas. Un día salí con varios compañeros, esperando ver una caza de canguros, y anduvimos a pie una porción de millas. Por todas partes hallamos el suelo arenoso y paupérrimo, que sólo producía, o hierbas delgadas y bajo matorral, o monte bajo de árboles raquíticos. El paisaje recordaba las altas plataformas de arenisca de las Montañas Azules; la Casuarina (árbol algo parecido al abeto escocés) abunda aquí en mayor número, y el Eucalyptus algo menos. En los parajes descubiertos había varias Xanthorrheas, que en apariencia tienen alguna afinidad con la palmera, pero que en vez de estar coronadas por un penacho de magnífico ramaje, se terminan sólo por un manojo de hojas muy bastas que parecen hierba. El vivo color verde del matorral y otras plantas, contemplado desde lejos, podría interpretarse por un indicio de fertilidad. Pero un solo paseo bastó para disipar tal ilusión, y el que siga mi parecer no querrá nunca repetir la visita de tan ingrato país.

Acompañé un día al capitán Fitz Roy a Bald Head, lugar mencionado por tantos navegantes, que creye-