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cap.
darwin: viaje del «beagle»

un sendero por la selva, y la región, con la excepción de algunas pocas cabañas intrusas, estaba muy solitaria. Hoy sufrimos los efectos del viento australiano, parecido al siroco, que sopla de los abrasados desiertos interiores. Veíanse nubes de polvo, arrastradas en todas direcciones, y el viento, caldeado, producía la impresión de haber salido de la boca de un horno. Después me dijeron que el termómetro al aire libre había subido a 119° en una habitación cerrada, a 96° (Fahrenheit) [1]. Por la tarde dimos vista a las hondonadas de Bathurst. Estas extensiones, onduladas y casi lisas, son muy notables en esta comarca, por carecer en absoluto de árboles. Lo único que se cría en ellas es un pasto ralo y pardusco. Después de cabalgar algunas millas llegamos a la ciudad de Bathurst, situada en el centro de lo que podría llamarse un ancho valle o angosta llanura. Me advirtieron en Sydney que no formara un juicio demasiado desfavorable de Australia fundándome en lo que viera desde el camino, ni demasiado optimista tomando pie del terreno que rodea a Bathurst, en cuanto al último, no siento el menor peligro de que me ofusque el entusiasmo. La estación—conviene hacerlo notar—ha sido de gran sequía, y el terreno presenta un aspecto poco favorable, aunque, según me dicen, estaba mucho peor dos o tres meses antes. El secreto de la rápida prosperidad de Bathurst consiste en que el pasto negruzco, de tan escaso valor al parecer, es excelente para pasto de ovejas. La ciudad está a 660 metros sobre el nivel del mar, en las márgenes del Macquarie, uno de los ríos que corren por el vasto y poco conocido interior. La línea divi-


  1. Su equivalencia con la escala centígrada es la siguiente:
    Fahrenheit. Centígrada.
    119° 48°,3
    96° 35°,5

    (Nota de la edic. española.)