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él. Hállase atravesado por valles de fondo llano, en el que no hay árboles, sino hierbas y arbustos; en tales sitios se pasea como en un parque. Apenas hallé en toda esta comarca un solo lugar que no tuviera señales de haber sido incendiado, sin otras variaciones que las de época y color más o menos negro de los troncos. Esta circunstancia engendraba una monotonía fatigosa para el viajero. No se ven muchas aves en estos bosques; sin embargo, a veces tropezamos con grandes bandadas de cacatúas blancas, que comían en los trigos, y algunos vistosos loritos; los cuervos, parecidos al grajo de Inglaterra, no son raros, y otra ave que recuerda la urraca. Por la obscuridad del anochecer seguí la línea de una serie de charcos que en este seco país señalan el curso de un río, y tuve la suerte de ver varios ejemplares del famoso Ornithorhynchus paradoxus. Estaban buceando y jugueteando a flor de agua, pero dejaban ver una parte tan pequeña de sus cuerpos, que fácilmente hubiera podido tomárselos por ratas de agua. Mr. Browne mató uno de un tiro; ciertamente es el animal más extraordinario que se haya visto; los ejemplares disecados no dan idea exacta de la cabeza y pico del Ornithorhynchus recién muerto, porque el último se endurece y contrae [1].


20 de enero.—Una larga jornada a caballo, hasta Bathurst. Antes de entrar en el camino real seguimos


  1. Me entretuve en observar el hoyo, en forma de embudo, de la hormiga-león u otro insecto análogo; cayó primero una mosca en la traidora pendiente, y desapareció al punto; luego llegó una grande, pero incauta, hormiga; como hizo violentos esfuerzos por escapar, llovieron sobre ella esos curiosos chorros de arena descritos por Kirby y Spence (Entomol., vol. I, pág. 425) como lanzados por la cola del insecto. Pero la hormiga fue más afortunada que la mosca, y escapó de las mandíbulas fatales, que yacen ocultas en la base del hoyo cónico. El tamaño de este embudo era solamente casi la mitad del que construye la hormiga-león europea.