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cap.
darwin: viaje del «beagle»

no se considera, en modo alguno, igual a todos los demás, y no poco me sorprendió el ver que mis compañeros no querían comer al mismo tiempo conmigo. Este sentimiento de desigualdad es una necesaria consecuencia de la existencia de una aristocracia de la riqueza.

Según he oído decir, algunos de los mayores propietarios poseen una renta anual de cinco a 10.000 libras esterlinas; diferencia que, a mi juicio, no se halla en ninguno de los países ganaderos situados al este de los Andes.

El viajero no halla aquí mas que una hospitalidad ilimitada y gratuita; pero si se ofrece el pago se acepta sin escrúpulos, benévolamente. En casi todas las casas de Chile se puede hallar hospedaje, contando con que el huésped dará una pequeña cantidad al día siguiente, y hasta una persona rica aceptaría dos o tres chelines. El gaucho, por encima de su matonería, es un caballero; el guaso le aventaja en algunos respectos, pero es al mismo tiempo un hombre vulgar y ordinario. Ambos tipos, aunque empleados en ocupaciones muy análogas, se diferencian en su porte y costumbres, y las particularidades que los distinguen son universales en sus respectivos países. El gaucho parece parte de su caballo y no hace nada sino montado; el guaso puede ser contratado como obrero para trabajar en los campos. El primero se alimenta exclusivamente de carne; el segundo se alimenta enteramente de vegetales. En Chile no se ven las botas blancas, los anchos pantalones y las chilipas escarlata, que es el traje pintoresco de las Pampas. La gente del pueblo usa aquí pantalones ordinarios, protegidos por polainas de paño verde y negro. El poncho, sin embargo, es común en ambos países. El guaso cifra principalmente su orgullo en sus espuelas, que son absurdamente grandes. Yo medí unas que tenían espoletas de más de un decímetro, con un número de picos que