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18 de enero.—Muy de madrugada di un paseo de más de tres millas para visitar Govett's Leap, vista de carácter análogo a la precedente, pero acaso más estupenda aún. Como era tan temprano, el abismo estaba velado por una neblina azulada, que si bien dañaba al efecto general, hacía que pareciera más profundo el bosque sepultado en el fondo. Estos valles, que por tanto tiempo han ofrecido una barrera insuperable a las tentativas de los más animosos exploradores para llegar al interior, son de lo más sorprendente. Con frecuencia, desde las principales depresiones se ramifican y penetran en la meseta de arenisca grandes cortaduras en forma de bahías secundarias, y, a su vez, la altiplanicie proyecta en los valles enormes promontorios, y aun deja en ellos grandes masas aisladas. Para bajar a alguno de estos valles se necesita dar un rodeo de 20 millas, y hay otros en que sólo han penetrado últimamente los exploradores topógrafos, y a los que los colonos no han podido llevar los ganados. Pero el rasgo más notable de su estructura es que, no obstante medir varias millas de anchura en la base, se angostan generalmente en su entrada, en grado tal, que llegan a ser infranqueables. El topógrafo mayor, sir T. Mitchell [1], intentó en vano, ora andando, ora arrastrándose por entre grandes bloques de arenisca, desprendidos de los riscos, subir por una garganta que establece la unión entre los ríos Grose y Nepean; y, sin embargo, el valle del Grose, en su parte superior, según vi yo mismo, forma una cuenca de espacioso fondo plano, de varias millas de anchura, y está rodeado en todas direcciones por cantiles cuyas cimas, a lo que se calcula, están unos 900 metros sobre


  1. Travels in Australia, vol. I, pág. 154. Cúmpleme expresar mi agradecimiento a sir T. Mitchell por sus interesantes noticias personales relativas a estos grandes valles de Nueva Gales del Sur.