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en las disecciones, cuando una punzada o cortadura con instrumento usado en la operación ha ocasionado la muerte del que se hizo la herida, y antes de haber entrado en descomposición el cadáver.


17 de enero.—Por la mañana temprano pasamos el Nepean en un bote de pasaje. El río, ancho y profundo en este sitio, presentaba, no obstante, una pequeña corriente. Después de cruzar una hondonada en la ribera opuesta, llegamos a la falda de las Montañas Azules. El ascenso no es escarpado, por haberse construído el camino cuidadosamente, en la pendiente de un cantil de arenisca. En lo alto empieza una llanura casi a nivel, que, elevándose de un modo imperceptible hacia el Oeste, llega a una altura de más de 900 metros. Juzgando por el pomposo título de Montañas Azules y por su elevación absoluta, esperaba haber visto una imponente cadena de montañas que cruzara el país; pero en su lugar se halla una extensión seguramente inclinada, que forma un lomo de escaso relieve frente a la zona baja, próxima a la costa. Desde esta primera pendiente, la vista que ofrecía el extenso bosque hacia el Este era notable, y los árboles de las inmediaciones se alzaban a gran altura; pero al subir a la plataforma de arenisca, el paisaje se tornaba excesivamente monótono; los dos lados del camino aparecían bordeados por arbustos achaparrados y perennes de la familia de los eucaliptos, y, exceptuando dos o tres pequeñas posadas, no hay casas ni terrenos cultivados. El camino, además, es solitario, y nuestros encuentros más frecuentes eran con carretas de bueyes cargadas de balas de lana. Al mediodía dimos un pienso a los caballos en una pequeña posada que lleva el nombre de Weatherboard. El terreno aquí está a 840 metros sobre el nivel del mar. A cosa de milla y media de este lugar hay un paisaje digno de ser visitado. Bajando por un vallecito regado por un arroyue-