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Además de estas causas evidentes de despoblación, parece intervenir algún agente misterioso. Donde pone la planta el europeo, la muerte suele perseguir al indígena. Si tendemos la mirada por la gran extensión de las Américas, Polinesia, el Cabo de Buena Esperanza y Australia, hallaremos el mismo resultado. Y no es sólo el blanco el que actúa como agente destructor: los polinesios de origen malayo, establecidos en algunas partes del Archipiélago de las Indias Orientales, han hecho retroceder a las razas indígenas de obscuro color. Al parecer, las variedades de la especie humana se comportan entre sí como las diferentes especies de animales: el más fuerte extirpa siempre al más débil. Daba pena en Nueva Zelandia oír decir a los naturales, hombres bien formados y enérgicos, que el país estaba destinado a salir de manos de sus hijos. No hay quien ignore el decrecimiento inexplicable que ha sufrido la población en la hermosa y saludable isla de Tahiti desde la fecha en que hizo sus viajes el capitán Cook, y, sin embargo, en este caso podría esperarse que hubiera aumentado, porque el infanticidio, que prevaleció antiguamente en grado extraordinario, ha desaparecido, disminuyendo además la inmoralidad y las guerras mortíferas.

El Rdo. J. Williams, en su interesante obra [1], dice que la primera conjunción de naturales con europeos «va indefectiblemente seguida de fiebres, disentería y otras enfermedades, que se llevan multitud de gente». Y en otro lugar afirma que «es un hecho cierto, que no puede ser controvertido, que la mayoría de las enfermedades más mortíferas de estas islas, durante mi residencia, han sido introducidas por barcos [2]; he-


  1. Narrative of Missionary Enterprise, pág. 282.
  2. El capitán Beechey (cap. IV, vol.I) asegura que los habitantes de la isla Pitcairn están firmemente convencidos de padecer enfermedades cutáneas y otros trastornos después de la lle-
Darwin: Viaje.—T. II.
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