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cap.
darwin: viaje del «beagle»

un cierto punto surgen formalidades complejas entre las diferentes clases sociales; así, por ejemplo, en Tahití todos estaban obligados a descubrirse de la cintura arriba en presencia del rey.

Terminada en debida forma la ceremonia de frotarse las narices con todos los presentes, nos sentamos en círculo frente a una de las cabañas, y permanecimos allí media hora. Todas las cabañas tienen casi la misma forma y dimensiones, y todas coinciden en la falta de limpieza. Parecen establos de vacas, abiertos por un extremo y con un tabique a poca distancia de la entrada, que tiene un boquete cuadrado y forma un cuartito obscuro. Los moradores de la vivienda guardan en él todos sus bienes, y allí duermen cuando hace frío; pero comen y pasan el tiempo en la portalada delantera. Cuando mis guías hubieron acabado de fumar sus pipas, continuamos nuestra excursión. El camino siguió por el mismo terreno ondulado, todo él cubierto uniformemente de helechos, como anteriormente. A nuestra derecha culebreaba el curso de un río, cuyas márgenes guarnecían algunos árboles, mientras en las laderas de las montañas aparecían aquí y allí trozos de bosque. El conjunto, a pesar de su color verde, presentaba cierto aspecto desolado. La vista de tanto helecho imprime en la mente la idea de esterilidad; sin embargo, esto no es exacto, porque donde el helecho crece densísimo y a la altura del pecho de un hombre la tierra cultivada rinde abundante fruto. Algunos colonos ingleses creen que la extensa campiña, ahora sin arbolado, fué en un principio una selva que ha sido talada por el fuego. Dícese que cavando en los sitios más desnudos se hallan frecuentemente pedacitos de resina que produce el pino Kauri [1]. Evidentemente, los indígenas tuvieron una


  1. En el bosque, de carácter subtropical, de Nueva Zelandia, acaso el árbol más conocido es el pino kauri Dammara australis,