Página:Charles Darwin - Diario del viaje de un naturalista alrededor del mundo - Tomo II.djvu/230

Esta página ha sido corregida
212
cap.
darwin: viaje del «beagle»

vez la utilidad de un objeto puede explicar el placer de contemplarlo, sin embargo, en el caso de estos hermosos bosques el conocimiento de los beneficios que producen entra indudablemente por mucho en el sentimiento de admiración. Los estrechos senderos que culebrean por ellos, protegidos por el fresco ramaje del arbolado, conducen a las dispersas viviendas, cuyos dueños nos recibieron en todas partes con alegre satisfacción.

Nada me causó tan grata impresión como el carácter de los habitantes [1]. Hay en la expresión de su continente una suavidad que disipa al momento la idea de estar tratando con salvajes, y una inteligencia que demuestra los adelantos que han hecho en la civilización. La gente ordinaria, cuando trabaja, se desnuda enteramente de la cintura para arriba, y entonces es cuando mejor pueden apreciarse las condiciones físicas de los tahitianos. Son altos, de anchos hombros, atléticos y bien proporcionados. Alguien ha hecho la observación de que entre los atezados colores de los salvajes ninguno impresiona al europeo más favorablemente que el de estos isleños. Un blanco bañándose junto a un tahitiano parecería una planta blanqueada artificialmente por los cuidados de un hábil jardinero, comparada con otra de obscuro verdor que se hubiera criado lozana en plena campiña. La mayoría de los hombres están tatuados, y las figuras siguen la curvatura del cuerpo con tanta gracia, que causan un efecto verdaderamente elegante. Uno de los dibujos más comunes, y que varía en los pormenores, recuerda el penacho de una palmera. Principia en la línea media de la espalda y se ramifica en curiosas curvas por am-


  1. Nadie ha pintado con igual encanto las costumbres de Tahiti como Bougainville. Véase su Viaje alrededor del mundo, tomo II de la colección de Viajes clásicos, editados por Calpe. Nota de la edic. española.