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cap.
darwin: viaje del «beagle»

glaterra ciertas aves esquivas, las urracas, por ejemplo, se aproximan a las vacas y caballos que pastan en los campos.

Las islas Falkland ofrecen otro ejemplo de poseer aves igualmente mansas. La extraordinaria mansedumbre del pequeño Opetiorhynchus ha sido observada por Pernety, Lesson y otros viajeros. Pero tal propiedad no se observa sólo en dicha avecilla: el Polyborus, la agachadiza, el ganso de montaña y tierra baja, la calandria, y hasta algunos halcones, la poseen también, en grado mayor o menor. Como el caso se da en parajes donde hay zorros, halcones y buhos, podemos inferir que la ausencia de tales animales rapaces en el Archipiélago de los Galápagos no es la causa de su mansa condición. Los gansos de montaña de las islas Falkland manifiestan, en las precauciones que toman al construir sus nidos en las islitas, que conocen el peligro procedente de los zorros; mas no por eso se muestran esquivos respecto del hombre. La mansedumbre de las aves, y en especial la de las pollas de agua, forma singular contraste con los hábitos de la misma especie en Tierra del Fuego, donde los salvajes las han venido persiguiendo por espacio de siglos. En las islas Falkland, los cazadores matan a veces en un día más gansos de montaña que los que pueden llevar a casa, mientras que en Tierra del Fuego cuesta cazar uno casi tanto como en Inglaterra un pato salvaje común.

En tiempo de Pernety (1763), todas las aves parecían haber sido menos esquivas que al presente, pues asegura que el Opetiorhynchus llegaba casi a posársele en el dedo y que con una varita mato 10 en media hora. En ese período, las aves deben de haber sido tan mansas como lo son ahora en las Islas de los Galápagos. Al parecer, aquí han aprendido a precaverse contra el hombre más lentamente que en las islas Falkland, donde han tenido medio de adquirir experien-