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cap.
darwin: viaje del «beagle»

sueltas en la superficie, o encastradas en una tierra vegetal de color rojizo obscuro. Mi sorpresa fué grande al descubrir con el microscopio que esta tierra vegetal era en realidad fango marino, lleno de partículas menudas de cuerpos orgánicos.


15 de agosto.—Hemos regresado, encaminándonos al valle de Quillota. El país presentaba un aspecto agradabilísimo, como el que los poetas hubieran denominado bucólico o pastoral: verdes praderas despejadas, entre vallejos regados por riachuelos, y en las lomas de las colinas, las casitas que podemos suponer de los pastores. Nos vimos precisados a cruzar la sierra de Chilicauquen. En su base había hermosa vegetación forestal de follaje perenne, la cual prosperaba sólo en los barrancos donde corría el agua. Cualquiera persona que únicamente hubiera visto el terreno de los alrededores de Valparaíso, nunca habría podido soñar que Chile encerrara sitios tan pintorescos. Tan pronto como llegamos a la cumbre de la Sierra, tuvimos inmediatamente a nuestros pies el valle de Quillota. El paisaje presentaba una frondosidad de carácter marcadamente artificial. El valle es muy ancho y de fondo enteramente llano, por lo que puede llevarse el riego a todas sus partes. Los pequeños jardines cuadrados rebosan de olivos, naranjos y toda clase de hortalizas y legumbres. A cada lado se alzan enormes montañas desnudas, y esta circunstancia acrecienta el efecto de la pintoresca feracidad del valle. El que díó a Valparaíso su nombre debió de hacerlo pensando en el paradisíaco valle de Quillota. Pasamos por medio de la Hacienda de San Isidro, situada al píe mismo del Monte de la Campana.


    playas levantadas de las costas de Chile—por lo que toca a su fauna e hipsometría—está todavía cor hacer.—Nota de la edic. española.