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archipiélago de los galápagos

comen se diferencian mucho. Mr. Bell ha dado nombre al género fundándose en la brevedad del hocico; realmente, la forma de la boca puede casi compararse con la de la tortuga; de suerte que el naturalista se siente inclinado a suponer en estos reptiles una adaptación a sus instintos herbívoros. Resulta, pues, interesantísimo hallar un género bien caracterizado, con sus especies marina y terrestre circunscritas a una porción limitada del globo. Sobre todo, la especie acuática es notabilísima, por comprender los únicos lagartos que viven de plantas marinas. Según he dicho al principio, lo particular de estas islas es no tanto el número de especies de reptiles como el de individuos; cuando recuerdo los apisonados senderos hechos por millares de tortugas de tierra, las numerosas de mar, las grandes extensiones minadas por los agujeros del Amblyrhynchus terrestre, y los grupos de la especie marina, que suelen tomar el sol en las rocas costeras de todas las islas, me veo forzado a admitir que no hay otra región del mundo donde este orden reemplace a los mamíferos herbívoros en tan extraordinaria manera. El geólogo, al tener noticia de este caso, recordará tal vez la época secundaria, cuando la tierra y el mar eran hervideros de lagartos, unos herbívoros, otros carnívoros, de dimensiones sólo comparables con nuestras ballenas hoy existentes. Al propio tiempo deberá fijar la atención en que este archipiélago, en lugar de poseer un clima húmedo y una vegetación exuberante, no puede ser considerado como extremadamente árido y bastante templado para ser región ecuatorial.

Voy a terminar con la zoología. Las 15 especies de peces marinos que pude procurarme aquí son todas nuevas; pertenecen a 12 géneros, diseminados en un área bastante amplia, excepto el Prionotus, cuyas cuatro especies previamente conocidas viven en la parte oriental de América. En cuanto a conchas terrestres,

Darwin: Viaje.—T. II.
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