CAPITULO XII
23 de julio.—El Beagle ancló bien avanzada la noche en la bahía de Valparaíso, el puerto principal de Chile. Cuando amaneció, la impresión que recibimos no pudo ser más grata. Después de salir de Tierra del Fuego el clima nos pareció del todo delicioso; la atmósfera estaba tan seca, el cielo tan puro y azul y el sol tan brillante, que toda la Naturaleza se nos presentaba radiante de vida. La vista que se descubre desde el fondeadero es de lo más lindo. La ciudad se levanta al pie mismo de una serie de colinas de unos 480 metros y algo escarpadas. A causa de su posición consta de una larga calle, que, con variada dirección, corre siguiendo el perfil de la playa, y allí donde un barranco baja, las casas se amontonan en uno y otro lado del mismo. Las colinas, de forma redondeada, sólo están parcialmente protegidas por una vegetación muy escasa, y de ahí que presenten numerosas cárcavas, que dejan ver un suelo de color rojo vivo. Por esta circunstancia, y porque las casas bajas están revocadas de blanco y tienen los techos