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chile septentrional y perú

día de hoy, le comunica un carácter de singular magnificencia, en especial cuando se la contempla a corta distancia.

Un día salí con algunos comerciantes a cazar en la vecindad inmediata de la ciudad. Cobramos muy pocas piezas; pero tuve ocasión de ver las ruinas de una antigua aldea india, con su montículo, a modo de otero natural, en el centro. Los restos de casas, cercas, canales de riego y túmulos sepulcrales diseminados por esta llanura no pueden menos de dar idea de la condición y número de la población antigua. Cuando se considera con atención su cerámica, tejidos de lana, utensilios de formas elegantes tallados en piedras durísimas, instrumentos de cobre, ornamentos de joyas, palacios y obras hidráulicas, es imposible dejar de sentir respeto al considerable adelanto alcanzado por estos pueblos de otros días en las artes de la civilización. Los montecillos sepulcrales, llamados guacas, son en realidad asombrosos, aunque en algunas partes parecen ser colinas naturales ahuecadas y modeladas.

Hay además otra clase de ruinas muy diferentes, que encierran algún interés, y son las del antiguo Callao, destruído por el gran terremoto de 1746 y la ola que le acompañó. La destrucción debió de ser más completa aún que en Talcahuano. Grandes cantidades de casquijo ocultan casi los cimientos de los muros, y masas enormes de obras de ladrillería tienen el aspecto de haber sido volteadas y arremolinadas por el agua del mar al retirarse. Hase dicho que la tierra se sumergió durante este memorable choque; no he podido descubrir pruebas de ello, pero no parece improbable, porque la forma de la costa debe, sin duda, haber sufrido algún cambio con posterioridad a la fundación de la ciudad antigua, ya que no se concibe que personas de seso pudieran elegir voluntariamente para levantar sus construcciones la angosta lengua de casquijo en que al presente se hallan las ruinas de la