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cap.
darwin: viaje del «beagle»

perficie de dicha llanura está a 990 metros sobre el Pacífico.


19 de julio.—Anclamos en la bahía del Callao, que es el puerto de Lima, capital del Perú. Aquí estuvimos seis semanas; pero a causa de la revolución que asolaba al país apenas pude visitarle. Durante nuestra permanencia el clima no me pareció tan delicioso como generalmente se dice. El cielo se presentó cubierto constantemente de espesos nubarrones; de modo que en los primeros diez y seis días una sola vez pude ver la Cordillera allende Lima. Las montañas, vistas en series que se alzaban unas sobre otras por entre los claros de las nubes, formaban un espectáculo de sublime grandiosidad. Casi ha pasado a ser proverbio que no llueve nunca en las regiones más bajas del Perú. Sin embargo, semejante aserto con dificultad puede tomarse por exacto, porque casi todos los días que estuvimos en la costa cayó una fría y espesa llovizna, suficiente para embarrar las calles y humedecer las ropas. La gente se complace en llamarle relente peruano. Que cae escasísima lluvia es muy cierto, porque las casas están cubiertas de techumbres planas, hechas de barro endurecido, y en el muelle había cargamentos de trigo en montones al aire libre, que permanecían así semanas enteras. No puedo decir si me gustó lo poquísimo que vi del Perú; en verano, sin embargo, dicen que el clima es muy suave y delicioso. En todas las estaciones, tanto la gente del país como la de fuera, padecen graves ataques de fiebres. Esta enfermedad es común en toda la costa del Perú, pero se la desconoce en el interior. Los trastornos orgánicos producidos por los miasmas no dejan nunca de parecer sobremanera misteriosos. Tan difícil es juzgar por el aspecto de un país si es o no saludable, que si a cualquiera le dieran a elegir entre los trópicos una región aparentemente favorable a la salud, lo proba-