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chile septentrional y perú

pasado largas edades sin que el tal riachuelo hubiera corrido por allí. Era curioso contemplar la mecánica, si cabe esta expresión, del drenaje, perfectísima en todos sus pormenores, pero sin el menor indicio de haber funcionado. Apenas habrá quien no haya observado que los bancos de cieno dejados por las mareas al retirarse imitan en miniatura un país con sus colinas y cañadas, y aquí tenemos el modelo original en rocas, formado al paso que el continente se elevaba durante la retirada secular del océano, en lugar de verificarse entre el flujo y reflujo de las mareas. Si en los bancos de cieno, después de secos, cae un chubasco, se ahondan las líneas poco profundas de excavación anteriormente formadas, y lo mismo pasa con las lluvias caídas por espacio de siglos sobre los bancos de roca y el suelo que llamamos un continente.

Seguimos caminando hasta después de obscurecer, en que llegamos a una barranca lateral, con un pequeño pozo, llamado «Agua Amarga». Realmente, el agua merecía este nombre, porque además de salina y pútrida tenía un amargor repugnante; de modo que nos fué imposible bebería ni siquiera en infusiones de te o mate. Calculo que la distancia desde el río de Copiapó a este sitio era al menos de 25 a 30 millas inglesas, y en todo el trayecto no había ni una sola gota de agua, mereciendo el país el nombre de desierto, en el sentido más estricto. En este desierto, casi a medio camino, pasamos por algunas antiguas ruinas indias cerca de Punta Gorda. También advertí en algunos de los valles que parten del Despoblado que había dos montones de piedras un poco apartados y dirigidos como si señalaran las bocas de estos vallecitos. Mis compañeros no supieron decirme nada sobre ellos, y a mis preguntas contestaron con su imperturbable «¿quién sabe?»

Observé esas ruinas indias en varias partes de la Cordillera, siendo las más perfectas de todas las de

Darwin: Viaje.—T. II.
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