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cap.
darwin: viaje del «beagle»

tima región cae de ordinario alguna a primeros de abril. La cantidad anual es asimismo pequeña en proporción a lo tardía que viene.


4 de mayo.—Viendo que el camino de la costa carecía de todo interés, torcimos por el interior hacia el distrito minero y valle de Illapel. Este valle, como todos los de Chile, es anchuroso, de fondo plano y muy fértil, limitándole por ambos lados acantilados de casquijo estratificado o desnudas montañas rocosas. Sobre la línea recta de la presa de riego más alta, todo está como en una calzada, y, al contrario, debajo no hay una pulgada de tierra que deje de estar alfombrada del verde gris de los alfalfares. Proseguimos nuestra marcha hasta Los Hornos, otro distrito minero, donde la montaña principal aparece acribillada de taladros, a semejanza de un gran hormiguero. Los mineros chilenos forman una raza peculiar de hombres, por sus hábitos. Como se pasan semanas enteras en los lugares más desolados, cuando bajan a las aldeas en los días festivos no hay exceso ni extravagancia a que no se entreguen. A veces ganan bastante dinero, y entonces, como los marinos con el reparto de una presa, no piensan mas que en derrocharlo cuanto antes. Beben con exceso, compran ropa en grandes cantidades, y a los pocos días vuelven sin un céntimo a sus miserables albergues, a trabajar más que bestias de carga. Semejante irreflexión, así como la de los marinos, es evidentemente el resultado de un género análogo de vida. Teniendo seguro el pan cotidiano, no adquieren hábitos de previsión; y, por otra parte, al mismo tiempo que se les presenta la tentación, se les pone en la mano los medios de ceder a sus sugestiones. Al contrario, en Cornuailles y otros puntos de Inglaterra, donde se sigue el sistema de vender parte del filón, los mineros, como quedan obligados a obrar