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cap.
darwin: viaje del «beagle»

árboles, había sido sepultada en las profundidades del mar. En esas profundidades, la tierra, en otro tiempo seca, quedó cubierta por lechos sedimentarios, y éstos, a su vez, por enormes corrientes de lava submarina, una de las cuales tenía un espesor de 1.000 pies, y estos diluvios de roca fundida y sedimentos ácueos se habían sucedido alternativamente por cinco veces. El océano que albergó masas de tal espesor debió de ser muy profundo; pero nuevamente entraron en juego las fuerzas subterráneas, y ahora contemplé el lecho de aquel océano formando una cadena de montañas de más de 2.100 metros de altura. Y las fuerzas antagónicas que de continuo laboran en desgastar la superficie de la Tierra no suspendieron su actividad en ese período: las grandes acumulaciones de estratos habían sido tajadas por numerosos y anchos valles, y los árboles, al presente convertidos en sílice, se alzaron en tierra seca volcánica, actualmente hecha roca allí donde en otro tiempo irguieron sus elevadas copas. Ahora este terreno se presenta como definitivamente estéril y desierto; ni siquiera el liquen puede adherirse a los moldes pétreos de los antiguos árboles. Por inmensos y apenas comprensibles que tales cambios puedan parecer, han ocurrido todos dentro de un período, reciente si se le compara con la historia de la Cordillera, y la Cordillera misma es absolutamente moderna, si se la compara con muchos de los estratos fosilíferos de Europa y América.


1 de abril.—Cruzamos la sierra de Uspallata, y por la noche dormimos en la Aduana, único punto habitado en la llanura. Poco antes de dejar las montañas se me ofreció un espectáculo extraordinario: rocas sedimentarias, rojas, púrpura, verdes y enteramente blancas, alternando con negras lavas, aparecían como rotas y lanzadas desordenadamente, en todas las formas posibles, por masas de pórfido de variadísimos