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paso de la cordillera

de formación totalmente distinta: consiste principalmente en grandes pináculos desnudos, de un granito potásico rojo, los cuales en las partes bajas de la vertiente oeste están cubiertos por una arenisca convertida por la antigua acción ígnea en una cuarcita. Sobre esta última substancia descansan lechos de conglomerado de varios miles de pies de espesor, que han sido elevados por el granito rojo, y descienden con una inclinación de 45° hacia la sierra Peuquenes. Me sorprendió hallar que este conglomerado se componía en parte de guijarros procedentes de las rocas, con sus conchas fósiles, de la cadena Peuquenes, y que parte del granito potásico rojo era como el del Portillo. De aquí debemos concluir que ambas sierras, Peuquenes y Portillo, han sido elevadas parcialmente y sufrido desgastes y fracturas en tanto el conglomerado se estaba formando; pero como los lechos de éste han sido proyectados en un ángulo de 45° por el granito rojo del Portillo (junto con la arenisca infrayacente metamorfizada por él), podemos tener la seguridad de que la mayor parte de la inyección de la ya parcialmente constituída sierra del Portillo se efectuó después de acumularse el conglomerado y muy posteriormente a la elevación de la línea Peuquenes. De modo que el Portillo, la sierra más alta en esta parte de la Cordillera, no es tan antigua como la más baja del Peuquenes. Puede aducirse una prueba, sacada de una corriente inclinada de lava en la base oriental del Portillo, para demostrar que debe parte de su gran altura a elevaciones de fecha todavía posterior. Atendiendo a su primer origen, el granito rojo parece haber sido inyectado en una antigua línea preexistente de granito blanco y micacita. En la mayoría de los puntos, acaso en todas partes de la Cordillera, puede concluirse que cada sierra se ha formado por repetidas elevaciones e inyecciones, y que las varias sierras paralelas son de épocas diferentes. Sólo así se da lugar al tiempo absolutamen-