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paso de la cordillera

vado el mismo hecho en Spitzberg. El caso me parece un tanto obscuro, porque aquella parte de la montaña que esta protegida por un manto de nieve debe de estar sometida a menos cambios de temperatura que cualquiera otra. A veces he pensado que la tierra y fragmentos de piedra de la superficie eran quizá arrastrados más lentamente por el suave escurrimiento del aguanieve que por el agua de lluvia [1], y que, por tanto, la apariencia de una desintegración más rápida de la roca sólida bajo de la nieve era engañosa. Sea la causa la que fuere, la cantidad de piedra desmenuzada en la Cordillera es muy grande. De cuando en cuando, en primavera, grandes masas de estos detritus resbalan por las montañas abajo y cubren los taludes de nieve en los valles, formando así neveras naturales. Pasamos a caballo sobre una de ellas, cuya altura estaba muy por bajo del límite de las nieves perpetuas.

Al expirar la tarde llegamos a un llano singular en forma de cuenca, llamado el Valle del Yeso. En la superficie veíase alguna hierba seca, y gozamos el delicioso espectáculo de una vacada pastando en medio de los rocosos desiertos de los alrededores. El valle se denominaba «del Yeso» por contener un gran lecho de dicha substancia, cuyo espesor, a mi juicio, no bajará de 2.000 pies, y en estado de gran pureza. Dormimos con un grupo de hombres empleados en cargar mulas con aquella substancia, que se usa en la elaboración del vino. Partimos de madrugada (el día 21), y continuamos siguiendo el curso del río, que había disminuido extraordinariamente, hasta


  1. Tengo noticia de haberse observado en Shropshire que el agua del Severn, cuando sale de madre por las continuas lluvias, va mucho más turbia que cuando la crecida proviene de fundirse las nieves en las montañas de Gales. D'Orbigny (tomo I, página 184), al explicar la causa de los varios colores de los ríos en Sudaméríca, advierte que los de agua azul y clara tienen su origen en la Cordillera, donde se licúan las nieves.