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la propiedad de emitir la luz cerca de veinticuatro horas después de muerto el insecto. De estos hechos parece probable que el animal tiene sólo el poder de ocultar o extinguir la luz por breves intervalos, y que en otras ocasiones su emisión es involuntaria. En los barros y en las gravas encontré larvas de este lampyris en gran número; se parecían en su forma general a la hembra del gusano de luz inglés. Estas larvas sólo poseían débiles facultades luminosas; pero, a diferencia de sus progenitores, se fingían muertas al menor contacto y dejaban de brillar, sin que se lograra la reaparición de la luz excitándolas. Conservé vivas por algún tiempo varias de ellas; sus colas son órganos muy singulares, porque funcionan como ventosas u órganos de adherencia y a la vez como depósitos de saliva o algo parecido. Las alimenté repetidas veces con carne cruda, e invariablemente observé que de cuando en cuando la extremidad de la cola se aplicaba a la boca, exudándose una gota de fluido sobre la carne que a la sazón estaba en vías de ser consumida. La cola, a pesar de tanta práctica, no daba muestras de saber dirigirse a la boca; por lo menos siempre tocaba primero el cuello, y al parecer, para guiarse.

Cuando estuvimos en Bahía, un elatérido o escarabajo (Pyrophorus luminosus Illig.) parecía el insecto luminoso más común. La luz también en este caso se hacía más brillante por irritación. Un día me divertí observando las aptitudes acrobáticas de este insecto, que me parece no han sido bien descritas [1]. Cuando está colocado el elatérido patas arriba y preparándose a saltar mueve la cabeza y el tórax hacia atrás, de modo que sale la espina pectoral y queda en su estuche. Continuando el mismo movimiento, la espina, por la plena acción de los músculos, se dobla, o, mejor dicho, se arquea como un resorte, y el insecto en este


  1. Kirby; Entomology, vol. II, pág. 317.