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río de janeiro

otros, de agua salada. De la primera clase hallé una Limnæa, que era muy numerosa, en un lago donde, según me aseguraron las gentes del país, entra el mar una vez al año, y a veces más a menudo, llenándolo de agua salada. Estoy cierto de que en esta cadena de lagunas que bordea la costa del Brasil pueden observarse muchos e interesantes hechos relativos a los animales marinos y de agua dulce. Mr. Gay [1] afirma que en las cercanías de Río halló conchas de los géneros marinos Solen y Mytilus, junto con Ampullarias de agua dulce, conviviendo en agua salobre. También observé con frecuencia en la laguna próxima al Jardín Botánico, en la que el agua es poco menos salada que la del mar, una especie de Hydrophilus muy semejante al común en los charcos de Inglaterra; la única concha que había en dicha laguna pertenecía a un género que se encuentra generalmente en los estuarios.

Alejándonos de la costa por algún tiempo, volvimos a internarnos en el bosque. Los árboles eran altísimos, y notables, al compararlos con los de Europa, por la blancura de sus troncos. Veo en mi libro de memorias apuntada la observación: «Admirables y bellas plantas parásitas florecidas», y es que tan curiosos vegetales me impresionaban invariablemente como los objetos de mayor novedad en estos grandiosos paisajes. Prosiguiendo nuestro camino, pasamos por extensiones de pastos muy perjudicados por enormes hormigueros cónicos, de unos tres metros y medio de alto. El aspecto que daban a la planicie era el de los volcanes de lodo en el Jorullo, tales como Humboldt los describe. Llegamos a Engenhodo después de obscurecer, cuando llevábamos diez horas a caballo. Una de las cosas que me sorprendieron durante toda la jornada fué las grandes marchas que los caballos podían soportar, y si padecían algún accidente o percance se reponían mu-


  1. Annales des Sciences Naturelles para 1833.