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estrecho de magallanes

de la extremidad septentrional de Siberia los huesos son infinitamente numerosos; de modo que hasta las islitas se componen de ellos, según se dice [1], y esas islas se hallan a unos 10° de latitud Norte del lugar en que Pallas halló el rinoceronte helado. Además, un cadáver arrastrado por la corriente de un río a una parte superficial del mar Artico podría conservarse por tiempo indefinido si se cubriera de una capa de cieno suficientemente espesa para impedir que penetrara en él el calor del agua en el verano, y lo mismo ocurriría si al levantarse el fondo del mar y convertirse en tierra seca dicha capa tuviera tal grosor que ni el cálido aire del verano ni el Sol pudieran traspasarla ni corromperla.

Recapitulación.—Resumiré los hechos principales con respecto al clima, acción del hielo y producciones orgánicas del hemisferio meridional trasladando con la imaginación a Europa los lugares con que estamos tan familiarizados. Así, pues, en tal supuesto, cerca de Lisboa las conchas marinas más comunes, es a saber, tres especies de Oliva, una Voluta y una Terebra, tendrían carácter tropical. En las provincias meridionales de Francia, bosques espléndidos, entrelazados por hierbas arborescentes y con árboles cargados de plantas parásitas, ocultarían la superficie del suelo. En los Pirineos merodearían el puma y el jaguar. En la latitud del monte Blanco, pero en una isla tan situada al oeste del mismo como la parte central de Norteamérica, crecerían con profusión helechos arbóreos y orquídeas parásitas entre la espesa vegetación forestal. Subiendo al Norte hasta un punto tan septentrional como el centro de Dinamarca podría verse a los colibríes revoloteando sobre delicadas flores y a los loros consumiendo semillas en los bosques de fo-


  1. Cuvier, «Ossements fossiles» (tomo I, pág. 151 del Voyage de Billing).