Página:Charles Darwin - Diario del viaje de un naturalista alrededor del mundo - Tomo I.djvu/347

Esta página ha sido corregida
x
323
tierra del fuego

los calmó con presentes. Presentóse después un nuevo grupo, indicando por señas que deseaban despojarle de sus vestidos y arrancarle todo el vello de su cara y cuerpo. En fin, que, según creo, llegamos a tiempo de salvarle la vida. Los parientes de Jemmy extremaron su necia vanidad de enseñar a los extraños sus robos y la manera de efectuarlos. Pena daba dejar a los tres fueguinos con sus salvajes paisanos; pero se mitigaba un tanto al considerar que no les amenazaba ningún peligro. York, que era hombre vigoroso y resuelto, estaba seguro de pasarlo bien con su mujer, Fuegia. En cambio, el pobre Jemmy parecía algo desconsolado, y sin duda se hubiera alegrado de volver con nosotros. Su mismo hermano le había robado muchas cosas, y, según observó en su inglés mal chapurrado, con algunas palabras españolas: «¿Qué modo de llamar ese proceder?» Y decía mal de sus paisanos, llamándolos «malos hombres todos, no saben nada, malditos tontos», expresión que me chocó porque nunca le había oído proferir imprecaciones. De modo que nuestros tres fueguinos, aunque sólo habían estado tres años con gente civilizada, seguramente se hubieran alegrado de conservar sus nuevas costumbres; pero esto era evidentemente imposible. Temo que su visita no les haya servido de nada.

Por la tarde, con el misionero a bordo, volvimos al barco, no por el Canal del Beagle, sino por la costa meridional. Los botes iban cargadísimos y el mar estaba alborotado; así, que tuvimos una navegación peligrosa. Al declinar el día 7 estábamos a bordo del Beagle, después de una ausencia de veinte días, durante los cuales recorrimos 300 millas en los botes. El día 11 el capitán Fitz Roy visitó en persona a los fueguinos, y halló que seguían bien, habiendo perdido muy pocas cosas más.


El último día de febrero del siguiente año (1834) el