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islas de cabo verde

de la equivocación. Fuentes es una bonita aldea con un riachuelo, y todo parece prosperar en ella, excepto lo que más debe: sus habitantes. Niños negros, enteramente desnudos y con aspecto de la mayor miseria, llevaban haces de leña, la mitad de grandes que sus cuerpos.

Cerca de Fuentes vi una gran bandada de gallinas de Guinea—probablemente unas cincuenta o sesenta—. Se mostraron muy recelosas y no pude aproximarme. Huían de nosotros como perdices en un día lluvioso de septiembre, corriendo con la cabeza levantada, y si se las perseguía levantaban inmediatamente el vuelo.

El paisaje de Santo Domingo posee una belleza del todo inesperada, si se atiende al carácter predominantemente sombrío del resto de la isla. El lugar está situado en el fondo de un valle rodeado de altos y desiguales muros de lava estratificada. Las negras rocas ofrecen el contraste más sorprendente con el fresco verdor de la vegetación que borda las márgenes de una pequeña corriente de agua cristalina. Ocurrió ser un gran día de fiesta, y el lugar estaba lleno de gente. A nuestro regreso dimos alcance a una veintena de muchachas negras, vestidas con excelente gusto; el color obscuro de su piel y el níveo albor de sus vestidos de lienzo se combinaban admirablemente con los colores variados de sus turbantes y amplios chales. No bien nos hubimos acercado, cuando se volvieron de pronto y, tendiendo sus chales en el camino, entonaron con brío un canto salvaje, llevando el compás con palmadas que se daban en las piernas. Les arrojamos algunos vintenes [1], que fueron recibidos con chillonas carcajadas, y las dejamos repitiendo su canción con redoblado ardor.


  1. En portugués, vintem. Llámase de igual modo en el Río de la Plata una moneda de cobre que vale dos centavos.—N. del T.