componen todas de masas cónicas de roca verde, asociadas a veces con eminencias, menos regulares, de pizarra arcillosa endurecida y alterada. Esta parte de Tierra del Fuego puede considerarse como la extremidad de la cadena sumersa de montañas a que antes hemos aludido. El abra se llama de «Wigwam» a causa de alguna vivienda de los fueguinos; pero todas las bahías próximas podrían llamarse así con igual propiedad. Los habitantes, que se alimentan especialmente de mariscos, se ven obligados a mudar constantemente de residencia; pero regresan de cuando en cuando a los mismos sitios, como lo demuestran los montones de antiguas conchas, que frecuentemente ascienden a muchas toneladas. Estas acumulaciones pueden distinguirse a larga distancia por el vivo matiz verde de ciertas plantas que crecen invariablemente en ellas. Entre esas plantas pueden citarse el apio silvestre y la coclearia [1], ambas muy útiles, pero cuyas aplicaciones no conocen los naturales.
El wigwam, o cabaña fueguina, se parece a un pequeño almiar por su forma y dimensiones. Compónese, simplemente, de unas cuantas ramas clavadas en el suelo y muy imperfectamente techadas en un lado con algunos haces de hierba y juncos. El trabajo de construcción no puede pasar de una hora, y no se utiliza mas que por unos cuantos días. En Goeree Roads vi un sitio donde había dormido uno de los naturales, que suelen andar desnudos, y apenas había abrigo suficiente para cobijarse una liebre. Sin duda este fueguino debía de vivir aislado de los demás; y York Minster dijo que era «un hombre pésimo», y probablemente un ladrón. En la costa occidental, sin embargo, los wigwams son algo mejores, pues están cubiertos de pieles de foca. Aquí estuvimos detenidos algunos días,
- ↑ Véase Cook, Segundo viaje alrededor del mundo, pág. 163 del tomo I, editado por Calpe.