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santa cruz, patagonia y las islas falkland

insensiblemente al asperón, parece probable que el primero debe su origen a haberse calentado el segundo hasta ponerse viscoso, cristalizando después por enfriamiento. Mientras se hallaba tan reblandecido debe de haber sido empujado hacia arriba al través de los estratos suprayacentes.

En muchas partes de la isla los fondos de los valles están cubiertos en una forma extraña por miriadas de grandes fragmentos, sueltos y angulosos, de cuarzo, que forman las llamadas «corrientes de piedras». Todos los viajeros desde el tiempo de Pernety los han mencionado con sorpresa. Los bloques no han sido acarreados por el agua, y sólo tienen un poco desgastadas sus aristas; su tamaño varía desde unos cuantos decímetros de diámetro hasta tres metros, y aun otro tanto más. No están apilados en montones irregulares, sino esparcidos en capas horizontales o grandes corrientes. No es posible precisar su espesor, pero puede oírse gotear al través de las piedras y a muchos pies debajo de la superficie el agua de pequeños arroyuelos. La profundidad actual es probablemente grande, porque las hendeduras que hay entre los fragmentos inferiores deben de haber estado llenas de arena desde hace mucho tiempo. La anchura de estos lechos de piedra varía desde algunos centenares de pies hasta una milla; pero el suelo turboso invade diariamente los bordes y aun forma isletas dondequiera que se hallan reunidos casualmente algunos fragmentos. En un valle meridional de Berkeley Sound, que alguno de mis compañeros llamó el «gran valle de fragmentos», fué necesario cruzar una faja no interrumpida de media milla de ancho saltando de una piedra puntiaguda a otra. Tan grandes eran los bloques que, habiéndonos sorprendido un fuerte chubasco, pude hallar fácilmente abrigo bajo uno de ellos.

Su escasa inclinación es la circunstancia más nota-