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santa cruz, patagonia y las islas falkland

teoría alguna, excepto por la de icebergs flotantes.

Durante los dos últimos días encontramos huellas de caballos y varios menudos artículos que habían pertenecido a los indios, tales como retazos de una manta y un puñado de plumas de avestruz, pero con indicios de haber permanecido allí largo tiempo. Entre el sitio por donde los indios habían pasado el río en época tan reciente y esta comarca, aunque separada por tantas millas, el país parece ser poco o nada frecuentado. En un principio lo extrañé, al considerar la abundancia de guanacos; pero se explica por la naturaleza pedregosa de las llanuras, que en breve incapacitarían a un caballo no herrado para intervenir en la caza. Sin embargo, en dos lugares de esta tan céntrica región hallé montoncitos de piedras que no creo se hubieran reunido accidentalmente. Estaban colocados en puntos proyectándose sobre el borde del más alto cantil de lava, y se parecían, aunque en pequeña escala, a los de Puerto Deseado.


4 de mayo.—El capitán Fitz Roy resolvió no llevar los botes más arriba. El río tenía un curso tortuoso y muy rápido, y el aspecto del país no convidaba a seguir adelante. Por todas partes encontramos las mismas producciones y el mismo paisaje desolado. Ahora nos hallamos a 150 millas del Atlántico y a unas 60 de la costa más cercana del Pacífico. El valle, en su parte superior, se dilataba en una anchurosa cuenca, limitada al Norte y al Sur por plataformas basálticas y enfrontadas por la larga cadena de la nevada Cordillera. Pero contemplamos con pena aquellas grandes montañas, porque nos veíamos forzados a imaginar su naturaleza y producciones en vez de estar, como habíamos esperado, en sus cimas. Además de la pérdida inútil del tiempo que nos había costado el intento de seguir remontando el río, llevábamos ya algunos días a media ración de pan. Aunque este alimento baste