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cap.
darwin: viaje del «beagle»

tas enanas y achaparradas, y en los valles crecen los mismos arbustos espinosos. Por todas partes se ven las mismas aves e insectos. Aun las riberas del río y de los claros arroyuelos que desaguan en él, apenas animaban el paisaje con la nota alegre de un verdor vivo. Sobre esta tierra pesa la maldición de la esterilidad, y de ella participa el agua del río, que corre por un lecho de guijarros. Por eso es también escasísimo el número de aves acuáticas, pues la corriente de este río infecundo no ofrece nada que pueda servir de alimento.

Mas con ser tan pobre Patagonia, en algunos respectos puede, sin embargo, ufanarse de poseer mayor número de pequeños roedores [1] que tal vez otro país del mundo. Varias especies de ratones se caracterizan exteriormente por grandes orejas delgadas y una piel finísima. Estos animalejos pululan entre las malezas de los valles, donde por espacio de meses enteros no pueden probar una gota de agua, salvo el rocío. Todas parecen ser caníbales, pues no bien cayó una de ellas en una de mis trampas, cuando la devoraron las demás. Un raposo pequeño y de elegante forma, que abunda también mucho, probablemente se alimenta de ratones. El guanaco está también en su distrito propio; son comunes rebaños de 50 a 100 individuos, y, según he dicho, divisé en cierta ocasión uno que lo menos tendría 500. El puma, con el cóndor y otras rapaces que se alimentan de carroña, caza y devora dichos animales. Las huellas del puma podían verse en casi todas partes y en las riberas del río, y los restos de varios guanacos con sus cuellos dislocados y huesos rotos dejaban adivinar cómo habían muerto.


  1. Los desiertos de Siria se caracterizan, según Volney (tomo I, pág. 351), por arbustos leñosos, numerosos ratones, gacelas y liebres. En la campiña de Patagonia el guanaco reemplaza a la gacela y el agutí a la liebre.