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santa cruz, patagonia y las islas falkland

nero preparaba el fuego; otros dos plantaban la tienda, el patrón alargaba las cosas desde el bote, y los demás las llevaban hasta las tiendas y recogían leña. Procediendo con este orden, en media hora estaba todo listo para pasar la noche. Se montaba siempre una guardia de dos hombres y un oficial, que tenían a su cargo cuidar de los botes, atizar el fuego y evitar una sorpresa de los indios. A cada hombre de la expedición le tocaba una hora todas las noches.

Durante este día sirgamos sólo un corto trecho, porque había muchas isletas, cubiertas de arbustos espinosos, y los canales intermedios eran poco profundos.


20 de abril.—Después de pasar las islas volvimos a la labor con mucho empeño. Nuestro avance ordinario en un día, aunque bastante trabajoso, era sólo de 10 millas en línea recta, y acaso de 15 a 20 con los rodeos. Más allá del sitio en que dormimos la última noche el país es enteramente terra incognita, pues allí fué precisamente donde volvió grupas el capitán Stokes. Vimos a gran distancia una gran humareda, y hallamos el esqueleto de un caballo: de modo que no nos cupo duda sobre la existencia de los indios en las inmediaciones. En la mañana siguiente (21) observamos en la tierra el rastro de un grupo de jinetes y las señales dejadas por los chuzos o largas picas al ir arrastrando. Todos convinimos que los indios nos habían espiado durante la noche. Poco después llegamos a un sitio donde, por las huellas recientes de hombres, niños y caballos, se conocía evidentemente que la tropa de indios había cruzado el río.


22 de abril.—El país seguía siendo el mismo, y apenas ofrecía el menor interés. Uno de los caracteres más notables de Patagonia es la completa semejanza de producciones en toda su extensión. Las llanuras horizontales, de árido cascajo, crían las mismas plan-