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banda oriental y patagonia

junto lleva el sello de una individualidad bien caracterizada. A la altura de 60 a 90 metros sobre algunas masas de pórfido, se extiende una vasta llanura, que es peculiar y característica de Patagonia. La superficie es perfectamente horizontal, y se compone de un cascajo redondo mezclado con una tierra blanquecina. Aquí y allá crecen matojos dispersos de hierba correosa y pardusca, alternando con espinosos arbustos enanos, menos numerosos aún. El tiempo es seco y agradable, y el limpio azul del cielo rara vez se obscurece. Cuando se está en medio de una de estas llanuras desiertas y se mira hacia el interior, el horizonte se presenta generalmente limitado por la escarpa de otra planicie más alta, pero igualmente llana y desolada, y en cualquier dirección la línea en que se confunde el cielo con la tierra se presenta indistinta a causa del trémulo espejismo que parece levantarse de la calentada superficie.

En semejante país no tardó en decidirse la suerte de las colonias españolas; la sequedad del clima durante la mayor parte del año, y los asaltos frecuentes de los indios nómadas, obligaron a los colonos a dejar sus casas a medio edificar. Sin embargo, el estilo de la construcción en que se comenzaron atestigua la mano fuerte y liberal de la vieja España. El resultado de todas las tentativas de colonizar esta parte de América, al sur de los 41°, ha sido miserable. Puerto del Hambre [1] expresa con su nombre las angustias y sufrimientos extremos de varios centenares de infelices, de los que sólo uno sobrevivió, para relatar sus infortunios. En la Bahía de San José, en la costa de Patagonia, se fundó una pequeña colonia; pero un domingo los indios atacaron y asesinaron a todo el grupo, excepto dos hombres, que permanecieron cautivos durante muchos años. En el río Negro conversé con


  1. Véase capítulo XI.