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banda oriental y patagonia

núscula, que, habiendo trepado a una pequeña altura, levantaba el abdomen, emitía un hilo y luego se lanzaba al aire, alejándose en dirección horizontal con una rapidez increíble. Si no me engaño, percibí que la araña, antes de hacer los preparativos que he mencionado, reunía todas sus patas, sujetándolas con hilos finísimos; sin embargo, no lo afirmo como cosa segura.

En Santa Fe tuve un día mejor ocasión de observar algunos hechos parecidos. Una araña, de unos siete milímetros de longitud, y que en su aspecto general parecía un citígrado (completamente distinta de la hilandera sutil), estando en el extremo posterior de un poste, sacó cuatro o cinco hilos de sus hileras, los cuales, al brillar con la luz del Sol, podían compararse a rayos luminosos divergentes. No eran, sin embargo, rectos, sino ondulados como delgadísimas tiras de seda agitadas por el viento. Tenían más de un metro de longitud, y desde los orificios divergían en dirección ascendente. La araña se desprendió repentinamente del poste y se perdió muy pronto de vista. El día era caluroso y sereno al parecer; mas aun en esas circunstancias la atmósfera no puede estar tan en perfecta calma que no afecte a un tejido tan delicado como la trama de la tela de una araña. Si durante un día caluroso fijamos la atención, bien en la sombra de cualquier objeto proyectada en una lomera, bien en la de un mojón distante que se levante sobre el llano, percibimos casi siempre con toda claridad el efecto de una corriente de aire cálido que asciende: tales movimientos ascensionales del aire caliente pueden evidenciarse, según se ha observado, por la subida de burbujas de jabón, que no se elevarían en sitio resguardado, como, por ejemplo, una habitación de la casa. Si se tiene esto en cuenta, no habría, a mi juicio, gran dificultad en comprender el ascenso de los hilos sutiles proyectados por las hileras de una araña, y después el ascenso de la araña misma; la divergen-