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cap.
darwin: viaje del «beagle»

de entonces que no consentiría a ningún otro gobernador. La guerra se prolongó manifiestamente por ambas partes hasta que fué posible saber lo que pensaba Rosas. Pocos días después de haber salido yo de Buenos Aires llegó una nota según la cual el general desaprobaba la ruptura de hostilidades, pero creía que el partido de fuera tenía la justicia de su parte. No bien se recibió esta declaración, el presidente, los ministros y parte de los militares, en número de varios cientos, huyeron de la ciudad. Los revolucionarios entraron, eligieron un nuevo gobernador, y se pagaron los servicios de 5.500 hombres. En vista de tales procedimientos, no fué para nadie un misterio que Rosas había de llegar con el tiempo a ser un dictador: el pueblo aquí, como en otras repúblicas, tiene una particular aversión por la palabra rey. Después de dejar a Sudamérica hemos sabido que Rosas ha sido elegido con poderes y por un tiempo enteramente opuestos a los principios constitucionales de la república.