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bahía blanca

mera vez hallaron una tribu de indios, de los que mataron 20 ó 30. El cacique escapó de una manera verdaderamente asombrosa. Los indios principales tienen siempre uno o dos caballos escogidos que reservan para los trances de apuro. En uno de esos, que era un viejo caballo blanco, montó de un salto el cacique, tomando con él un niño hijo suyo. El caballo no tenía silla ni brida. Para librarse de las bolas, el indio cabalgó al estilo peculiar de su gente, esto es, con un brazo rodeado al cuello del caballo y una sola pierna sobre el lomo. Viósele de este modo, pendiente de un lado, dando palmaditas al caballo en la cabeza y hablándole. Los que le perseguían agotaron todos sus recursos para darle alcance; el comandante mudó tres veces de caballo, pero todo en vano. El viejo padre indio y su hijo escaparon y lograron salvarse. ¡Qué hermoso cuadro podemos pintar con la imaginación representando la desnuda y bronceada figura del viejo con su muchachito cabalgando, como Mazeppa, en el caballo blanco, dejando atrás a gran distancia la hueste de sus perseguidores!

Cierto día vi a un soldado hacer fuego con eslabón y pedernal, e inmediatamente reconocí en el último un trozo de la punta de una flecha. Me dijo que la había hallado cerca de la isla de Cholechel, y que allí se recogen con frecuencia. Tenía de cinco a siete centímetros de larga, siendo, por tanto, dos veces mayor de las que ahora se usan en Tierra del Fuego; [1] era de pedernal opaco, de color crema; pero la punta y las barbas habían sido rotas intencionadamente. Es bien sabido que los indios de las Pampas no usan ahora ni arcos ni flechas. Creo que debe exceptuarse una pequeña tribu en Banda Oriental; pero estos indios están enteramente separados de los de las Pampas y


  1. Véase capítulo X.