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cap.
darwin: viaje del «beagle»

de ese modo el gusano pasa por diferentes naturalezas. De ellos recogí y traje a casa un gran número».


Durante mi permanencia en Bahía Blanca, en espera del Beagle, la localidad estuvo en constante alarma con los rumores de encuentros y victorias entre las tropas de Rosas y los indios salvajes. Un día se recibió la noticia de haber hallado asesinados a todos los hombres que formaban un pequeño destacamento de una de las postas de la ruta de Buenos Aires. Al día siguiente llegaron 300 hombres procedentes de Colorado, a las órdenes del comandante Miranda. Una gran parte de estos soldados eran indios (mansos), que pertenecían a la tribu del cacique Bernantio. Pasaron allí la noche, y era imposible concebir nada más bárbaro y salvaje que las escenas de su vivaque. Algunos bebieron hasta embriagarse; otros se hartaron de ingerir la sangre fresca de las reses sacrificadas para su cena, y luego, sintiéndose con bascas, la arrojaban de nuevo, entre suciedad y cuajarones.

Nam simul expletus dapibus, vinoque sepultus
Cervicem inflexam posuit, jacuitque per antrum
Inmensus, saniem eructans, ac frusta cruenta
Per somnum commixta mero.

Por la mañana partieron para el lugar del asesinato, con órdenes de seguir el rastro aunque los llevara hasta Chile. Posteriormente supimos que los indios salvajes habían huido a las grandes Pampas y que se había perdido el rastro por alguna causa que no sabré decir. Una ojeada por el rastro les dice a estos hombres una historia entera. Suponiendo que examinen la huella de un millar de caballos, adivinarán al punto el número de los que iban montados, observando cuántos iban a medio galope; por la profundidad de otras impresiones deducirán que algunos llevaban pesadas cargas; por el modo de haber preparado la co-