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cap.
darwin: viaje del «beagle»

ladízo caparazón del mataco constituye una defensa mejor que las aguzadas púas del erizo. El pichi prefiere un suelo muy seco, y las dunas arenosas próximas a la costa, donde no puede probar el agua en muchos meses, son su morada favorita; muchas veces procura pasar inadvertido pegándose estrechamente al suelo. En un día de viaje a caballo cerca de Bahía Blanca se suelen encontrar varios, y así nos ocurrió a nosotros. Apenas divisamos uno fué preciso tirarse al punto del caballo para cogerle, porque en suelo blando el animal abre tan rápidamente una madriguera en que sepultarse que sus patas traseras desaparecen antes de haberse uno apeado. Casi da lástima matar estos curiosos animalitos, pues, como decía un gaucho, al afilar su cuchillo en el dorso de uno, «¡son tan mansos!...» [1].

En cuanto a reptiles, hay muchas clases: una culebra, Trigonocephalus, o Cophias (después llamado por M. Bibron T. crepitans), que, a juzgar por el calibre del canal de sus dientes venenosos, debe de ser muy mortífera. Cuvier, contra el parecer de otros naturalistas, hace de este reptil un subgénero del Crotalus [2], intermedio entre éste y la víbora. En confirmación de esta opinión, he observado un hecho que me parece muy curioso e instructivo, por demostrar cómo todos los caracteres, aun en el caso de que puedan ser independientes de la estructura, en cierto modo tienen una tendencia a variar por grados lentos. La extremidad de la cola de esta culebra termina en una punta ligeramente ensanchada, y cuando el animal se desliza hace vibrar constantemente la última parte, la cual, chocando contra la hierba y maleza dura, produce un cascabeleo, perfectamente perceptible a la distancia de dos metros. Siempre que se molestó o sorprendió


  1. En español en el original.
  2. O serpiente de cascabel.