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bahía blanca

dos muchachos habían intentado excavar hasta el fondo del nido de la casarita, pero sin lograrlo. El ave escoge un banco bajo suelo arenoso y firme, al lado de un camino o corriente. Aquí (en Bahía Blanca) las paredes que rodean las casas se hacen de barro, y observé que la del patio en que me alojé estaba taladrada por agujeros redondos en una veintena de sitios. Al preguntar al dueño la causa de tal novedad se quejó amargamente de la pequeña casarita, y posteriormente vi trabajar a varias en la labor de perforar las paredes. No deja de ser curioso el hecho de que estas aves sean incapaces de adquirir la mejor noción de espesor, pues a pesar de sus constantes revoloteos alrededor de la cerca continuaron perforándola vanamente, creyéndola un excelente banco para sus nidos. Y tengo por cierto que estas casaritas, siempre que llegaron a descubrir luz por el lado opuesto, quedaron sorprendidas del hecho maravilloso.

Anteriormente he mencionado todos los mamíferos comunes de este país. Hay tres especies de armadillos, a saber: el Dasypus minutus, o pichi; el D. pillosus, o peludo, y el apar. El primero se extiende diez grados más al Sur que todas las otras especies; otra cuarta especie, la mulita, no desciende al Sur hasta Bahía Blanca. Las cuatro especies tienen costumbres muy semejantes; el peludo, sin embargo, es nocturno, mientras las otras vagan de día por las llanuras descubiertas, alimentándose de escarabajos, larvas, raíces y hasta culebras pequeñas. El apar, llamado comúnmente mataco, es notable por tener sólo tres bandas movibles; el resto de su teselado caparazón es casi inflexible. Puede enrollarse en forma de esfera perpleta, como la cochinilla inglesa. En ese estado se halla seguro contra las embestidas de los perros, porque éstos, no pudiendo hincarles el diente, tratan de morderlos en un lado y la bola se les escapa. El resba-