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nes, panteras y hienas y la muchedumbre de aves de rapiña indican bien claramente la abundancia de cuadrúpedos pequeños; en una sola noche se contaron hasta siete leones merodeando a la vez en torno del campamento del Dr. Smith. Y según me hizo observar este sabio naturalista, la carnicería diaria de Sudáfrica debe ser en realidad aterradora. Confieso que es a todas luces sorprendente cómo semejante número de animales puede sustentarse en un país que produce tan poco alimento. Los cuadrúpedos mayores vagan por extensiones incultas en busca de él, y su principal alimento lo constituyen arbustos enanos, que probablemente contienen mucha substancia nutritiva en pequeño volumen. También me participa el Dr. Smith que la vegetación se desarrolla rápidamente, y que no bien se ha consumido una clase de ella cuando la reemplaza otra nueva. A pesar de todo, no hay duda de que son muy exageradas nuestras ideas sobre la cantidad de alimento necesaria para el sustento de los grandes cuadrúpedos; convendría recordar que el camello, animal de tamaño no despreciable, ha sido considerado siempre como el emblema del desierto.

La creencia de que donde existan grandes cuadrúpedos la vegetación ha de ser necesariamente lujuriante es tanto más notable cuanto que la proposición inversa dista mucho de ser verdadera. Mr. Burchell me hizo observar que al entrar en el Brasil nada le impresionó tanto como el esplendor de la vegetación sudamericana, comparada con la de Sudáfrica, junto con la ausencia de animales de gran tamaño. En sus viajes [1] ha sugerido la idea de que la comparación de los respectivos pesos (si hubiera datos suficientes) de un número igual de los mayores herbívoros de cada país sería por extremo curiosa. Si tomamos, por una


  1. Travels in the Interior of South Africa, vol. II. pág. 207,