Página:Charles Darwin - Diario del viaje de un naturalista alrededor del mundo - Tomo I.djvu/137

Esta página ha sido corregida
iv
113
de río negro a bahía blanca

Dos días después volví a ir a caballo al puerto, y en el camino, cuando no nos faltaba mucho para llegar, mi compañero, que era el mismo de antes, divisó a tres personas que cazaban a caballo. Apeóse al punto, y observándolas con atención dijo: «No montan como cristianos, y, por otra parte, nadie puede abandonar el fuerte.» Los tres jinetes se reunieron, y también bajaron de sus cabalgaduras. Al fin, uno volvió a montar y dió vuelta a un cerro, ocultándose. Mi compañero me dijo: «¡Ahora, a caballo! Cargue usted su pistola. » Y él echó una mirada a su espada. «¿Son indios?», pregunté. «¡Quién sabe! [1]. Si no hay mas que esos tres, importa poco.» Entonces me ocurrió que el jinete que desapareció tras de la montaña habría ido a buscar el resto de su tribu. Se lo indiqué así; pero no pude arrancarle otra respuesta mas que el «¡Quién sabe!» Sus ojos no cesaron ni un momento de escudriñar el lejano horizonte. Su extraordinaria sangre fría me pareció una broma demasiado pesada, y le pregunté por qué no volvíamos a casa. Me sobresalté cuando respondió: «Ya volveremos; pero en una dirección que nos lleve cerca de un pantano, en el que podemos lanzar los caballos a todo galope, y luego apelaremos a nuestras piernas; de modo que no hay cuidado.» Yo no me sentía tan seguro, y quería que aceleráramos el paso. Pero él me dijo: «No, de ningún modo, hasta que lo hagan ellos.» Cuando nos ocultaba alguna pequeña desigualdad del terreno galopábamos; pero mientras permanecíamos a la vista continuábamos al paso. Al fin llegamos a un valle, y torciendo a la izquierda galopamos rápidamente hasta el pie de un cerro; dióme su caballo para que se le tuviera, hizo a los perros echarse, y luego, gateando sobre manos y rodillas, se puso a reconocer a los jinetes sospechosos. En esa posición permaneció por al-


  1. En español en el original.
Darwin: Viaje.— T. I.
8