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cap.
darwin: viaje del «beagle»

cuello o cuerpo de un animal, a menudo éste escapa con ellas. Como cuesta dos días de trabajo el redondear las piedras, de ahí que sea frecuentísima esta ocupación. Varios hombres y mujeres tenían las caras pintadas de rojo, pero no vi nunca las bandas horizontales que son tan comunes entre los fueguinos. Cifran su principal orgullo en usar objetos de plata, y he visto un cacique cuyas espuelas, estribos, empuñadura de su cuchillo y freno eran de dicho metal; la cayada y riendas estaban hechas de alambre; su grosor era el de la tralla de un látigo; por cierto que tenía un carácter especial de elegancia en el manejo de un magnífico caballo con tan delgado rendaje.

El general Rosas insinuó que deseaba verme, de lo que me alegré mucho posteriormente. Es un hombre de extraordinario carácter y ejerce en el país avasalladora influencia, que parece probable ha de emplear en favorecer la prosperidad y adelanto del mismo [1]. Se dice que posee 74 leguas cuadradas de tierra y unas 300.000 cabezas de ganado. Sus fincas están admirablemente administradas y producen más cereales que las de los otros hacendados. Lo primero que le conquistó gran celebridad fueron las ordenanzas dictadas para el buen gobierno de sus estancias y la disciplinada organización de varios centenares de hombres para resistir con éxito los ataques de los indios. Corren muchas historias sobre el rigor con que se hizo guardar la observancia de esas leyes. Una de ellas fué que nadie, bajo pena de calabozo, llevara cuchillo los domingos, pues como en estos días era cuando más se jugaba y bebía, las pendencias consiguientes solían acarrear numerosas muertes por la costumbre ordinaria de pelear con el arma mencionada. En cierto domingo se presentó el gobernador con todo el aparato oficial


  1. Esta profecía ha resultado una completa y lastimosa equivocación: 1845.