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de río negro a bahía blanca

habitantes del Carmen, y de esta recolección depende la prosperidad del lugar. Casi toda la población acampa en la margen del río, y la gente trabaja en cargar la sal y transportarla en carretas de bueyes. Esta sal cristaliza en grandes cubos y es notablemente pura; Mr. Trenham Reeks ha tenido la amabilidad de analizarla por encargo mío, y halla en ella sólo 0,26 de yeso y 0,22 de substancias térreas. Es un hecho singular que no sirva para conservar la carne tan bien como la sal marina de las islas de Cabo Verde, y un comerciante de Buenos Aires me dijo que la consideraba menos valiosa en un 50 por 100. De aquí que se importe constantemente sal de Cabo Verde y se la mezcle con la de estas salinas. La pureza de la sal de Patagonia y la ausencia en ella de otros cuerpos salinos hallados en toda agua del mar es la única causa que puede asignarse a esa inferioridad, conclusión que nadie, a mi juicio, ha sospechado siquiera, pero que se apoya en el hecho, últimamente establecido [1], de que estas sales sirven mejor para conservar queso porque contienen más cloruros delicuescentes.

Las márgenes del lago están formadas de légamo y en él se hallan sepultados numerosos y grandes cristales de yeso, algunos de los cuales tienen siete centímetros de largo, mientras en la superficie yacen esparcidos otros de sulfato de sodio. Los gauchos llaman a los primeros «el padre de la sal» y a los segundos «la madre», y aseguran que estas sales progenituras se presentan siempre en las orillas de las salinas cuando el agua empieza a evaporarse. El cieno es negruzco y tiene un olor fétido. Al principio no pude dar con la causa de ello; pero después observé que la espuma, arrastrada por el viento hacia las márgenes, estaba coloreada de verde, como si contuviera confervas. Intenté


  1. «Report of Agricult. Chem. Assoc.» en la Agricult. Gazette, 1845, pág. 93.