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cap.
darwin: viaje del «beagle»

mente sus toldos [1] en las afueras de la villa. El gobierno local los surte en parte de provisiones, dándoles todos los caballos viejos e inservibles, y ganan algún dinero haciendo aparejos y otros artículos análogos. Estos indios son tenidos por civilizados; pero lo que han podido perder en salvajismo queda contrarrestrado por su absoluta inmoralidad. Sin embargo, algunos de los jóvenes progresan; van cobrando amor al trabajo, y algún tiempo atrás una cuadrilla de ellos salió con una expedición a pescar focas y se portó muy bien. Ahora disfrutan el producto de su trabajo luciendo trajes elegantes y limpios y pasando el tiempo en completa ociosidad. Era admirable el gusto que mostraban en el traje; si hubiera sido posible convertir a uno de estos jóvenes indios en una estatua de bronce, su vestimenta hubiera podido presentarse como modelo de gracia y perfección.

Un día fui a caballo a un gran lago salado o Salina, que dista del pueblo unos 24 kilómetros. Durante el invierno esta salina es un gran charco de salmuera, que en verano se convierte en un gran campo de sal blanca como la nieve. La capa inmediata a las márgenes tiene un espesor de 10 ó 12 centímetros, pero aumenta hacia el centro. Este lago era de cuatro kilómetros de largo, por más de uno y medio de ancho. Hay otros en las inmediaciones mucho mayores y con un piso de sal de seis a nueve centímetros de grueso, aun estando cubierto de agua en el invierno. Cualquiera de estas extensiones, de perfecto nivel y deslumbrante blancura, en medio de la llanura desolada, ofrece siempre un espectáculo extraordinario. Anualmente se extrae de las salinas una gran cantidad de sal, y grandes pilas de algunos cientos de toneladas yacen preparadas para la exportación. La época en que se explotan las salinas es el tiempo de cosecha para los


  1. Así se llaman las chozas de los indios.